Viaje en bicicleta Bogotá-Anolaima

Sobre el viaje en bicicleta Bogotá-Anolaima (ida y vuelta)


Luego de meditarlo durante la semana, decidí viajar desde mi casa usando mi bicicleta “Noria” hacia algún pueblo afuera de Bogotá. Deseaba probarme físicamente y además tenía la intención de hacer la Extirpación de una procrastinación de piel y carne en algún paisaje natural.

Partí entonces el domingo 25 de Noviembre de 2012 a las 3PM hacia Mosquera, con tan sólo una maleta con una carpa, un sleeping, una chaqueta y mi neceser. Usé mi ropa de diario (no deportiva) con mi billetera (70mil pesos) y mi computador de mano (Blackberry). Porté un casco de bicicleta que Tzitzi Barrantes me prestó, un guante izquierdo que mi padre me regaló (el derecho lo perdí en una situación emotiva e intensa) y unas gafas oscuras que me prestó mi hermana Paola. Estos elementos hicieron parte fundamental en mi protección y emoción durante el viaje.

Asombrosamente llegué en una hora a Mosquera sin muestras de cansancio. Como la idea era pasar la noche fuera de Bogotá, empecé a buscar un lugar para acampar o un hotel. Recorrí el pueblo y supe que era imposible acampar sin salir ileso y que un hotel mínimo valía 25mil pesos. Llegué a un parque donde unas mujeres me recomendaron que fuera a Madrid ya que queda muy cerca y es más “comercial”. Cerca de las 5:30pm me fui a ese pueblo.

40 minutos después descubrí que en Madrid la situación era similar. Quemé mucho tiempo buscando hotel y algo barato de comida. Decidí dormir en un hotel de 15mil pesos, después de preguntar por su reputación ya que no se veía muy agradable a simple vista. Parqueé la bicicleta en el hotel, me instalé en un pequeño cuarto y medité sobre la posibilidad de viajar más lejos con el mapa en la mano. Entonces tomé la decisión de aventurarme a viajar al día siguiente a Anolaima, un recorrido en bicicleta que ya había considerado y aplazado hace bastante tiempo. Vi un documental en tv (whypoverty.net) y al terminar salí a tomar una cerveza.

Me encontraba en la calle 6 donde hay mucho comercio, me dio por entrar a una cantina con luz azul, me dejé convencer para comprar una cerveza en botella gigante, me senté frente a una mesa y me puse a escribir en un cuadernito sin caratula donde encontré unas frases sabias escritas por Tzitzi y yo (curiosamente una de las frases que ella escribió fue: “Los viajes son más que desplazamientos”). Luego un señor ya ebrio al que le dicen por cariño “Marrano”, quiso conocerme y presentarme a su también borracho padre (una relación padre-hijo muy cariñosa). El señor escribió en mis papeles su apreciación sobre mi y aprovechó para anotar un chiste que me hizo: yo le pregunté – ¿me puede dar su celular? El contestó – y entonces ¿cómo hago yo para llamarlo? (luego de un rato entendí el apunte y reí). Marrano me dijo que podía darme posada, pero yo ya había pagado el hotel de esa noche. Luego de embriagarme un poco al son de música popular y de poner 2 veces “La negra Tomasa” para cantarla con algo de despecho, me despedí prometiendo que iba a llamar a Marrano. En el hotel vi un poco más de televisión y dormí dispuesto a madrugar.

Lunes 26 de Noviembre. El primer obstáculo para la travesía hacia Anolaima fue la resaca. Desayuné bien y a las 8:30 del lunes partí. Llegué a Facatativá más o menos en una hora (según el mapa tenía que pasar Faca para tomar la vía a Anolaima). Hasta ahora todo parecía fácil. Llamé a mi mamá para contarle que no me esperara temprano e intenté llamar a Raúl, el padre de Tzitzi, pero no contestó. En una droguería compré gasa, desinfectante de heridas y unas cuchillas. Busqué agua para llenar una botella y le pregunté al tendero por donde era la vía para Anolaima y me respondió que si prefería hacer un viaje más largo y por trocha que siguiera derecho, pero que si quería el camino normal, me tenía que devolver hasta Cartagenita y tomar la vía a Zipacón. Sin remordimientos me devolví y tome ese camino.

En la vía a Zipacón todo empezó a volverse difícil. Hasta el momento todo el recorrido había sido plano y de repente me tocó subir bajo un solazo intenso. Ahí fue donde sentí mareo del guayabo. En algunos tramos caminé, pero no me detuve. En un momento fui adelantado por unos ciclistas que subían sin problemas. A pesar de la agonía sentía alegría por estar rodeado de bella naturaleza. Hasta que de pronto no tuve que pedalear porque empecé una bajada refrescante hasta llegar a Zipacón. Llegue al pueblo especialista en pan de Maíz a las 10:35am.


10:54am


Allí en el parque principal estaban los jóvenes ciclistas que vi en la carretera y les comenté que era la primera vez que hacia este viaje y creo que ellos comprendieron mi demora porque además yo andaba en una cicla todoterreno y con carga atrás. Les confesé que sentía preocupación con la subida que me esperaba de regreso. Llamé al padre de Tzitzi y le pedí el favor de poder acampar en su finca familiar en Anolaima ya que me había aventurado a viajar en bici hasta allá. Sin dudarlo me respondió afirmativamente.

Es momento de explicar que el destino hacia Anolaima no fue tan improvisado como parece. La bellísima finca Guadalajara de la familia Barrantes Sánchez me acogió desde que empezó mi relación de pareja con Tzitzi en 2011. La he visitado unas 3 o 4 veces y he podido ser testigo de su evolución. Es admirable y conmovedora la constancia con la que los padres de Tzitzi cuidan y construyen su pedazo de cielo terrenal. La idea de viajar en bicicleta hacia la finca era inevitable, a pesar de parecer un reto dificilísimo.

El señor Raúl Barrantes me comentó que le iba a avisar a los cuidadores de mi llegada y que me ayudarían a abrir su casa para que no tuviera que acampar. Me dio algo de vergüenza tal privilegio. Entonces llené mi botella con agua y me dispuse a retomar el camino a las 11am. Pronto descubrí que todo el resto del viaje sería en bajada y poco tuve que pedalear. En un momento me vi en medio de una espesa neblina que me emocionó mucho.


11:11am

El recorrido lo hice a mucha velocidad y pasé tanto tiempo bajando que me preocupé mucho para devolverme. Una hora después llegué al pueblo de Anolaima, capital frutera de Colombia.


11:53am12:14am

Almorcé una sopa de cebada, compré una pantaloneta y algo de mercado y continué la travesía. Duré una hora caminando con la bicicleta por una difícil trocha hasta llegar a la finca Guadalajara. ¡Lo logré!

1:50pm

Logré entrar a la casa de la finca, descansé media hora y me fui hacia el río en una caminata de 20 minutos para realizar la extirpación de una procrastinación de piel y carne.



La herida se está curando rápidamente, no dolió tanto como parece. Luego de la incisión, volví a la casa y descansé mucho, preparé algo de comer y me acosté a dormir muy temprano y me levanté tarde al otro día.

El martes hice poco. Recorrí la finca hasta que luego de mucha duda, encontré el lugar donde sentí que debía dejar mi semilla extirpada (como se ve al final del video). El resto de día descansé profundamente, cociné poco pero suficiente, compartí mucho con la gata melosa Preciosura, caminé por la finca, escuché música del celular, pensé y pensé.

Espere la noche para disfrutar el plenilunio pero las nubes no lo permitían. Dejé todo listo para el otro día y me acosté. En la cama escribí:
11 de la noche del 27 de noviembre, me dispongo a dormir luego de un día de profundo descanso, inutilidad y ocio. Poco hice además de respirar y pensar. Por un lado la tristeza de la distancia con Tzitzi y la casi segura posibilidad de no reencontrarnos como pareja, por otro lado afrontar la realidad, un viaje tremendo en bicicleta directo a la vida llena de retos y obstáculos. No quiero irme. Quiero que esta noche de luna llena se dilate...

Calculo que a las 12 de la noche pude sentir que la noche se iluminó. La luna por fin pudo irradiar su brillo hacia mí. Me levanté de la cama, salí de la casa, me despojé de la ropa y me dejé bañar por la luz. Giré para que todo mi cuerpo recibiera la energía lunar e incluso abrí mi boca hacia la luna como para comérmela. Fue un breve instante de recarga pero muy intenso. Volví a la cama y durante toda la noche sentí alegremente la luna.


Miércoles 28 de Noviembre. En la mañana, la luna se fue ocultando casi donde el sol aparecía. Me alisté para salir a las 6am.



Al llegar a casa casualmente encontré los arcanos mayores del tarot de Marsella y me dispuse con los ojos cerrados a sacar una carta pensando en la experiencia vivida. 
Y salió:
   Curiosamente El Mago tiene algo en su mano derecha: